Cuando la maestra les pidió presentarse frente al grupo, dijo: “Soy Andresito y vengo del futuro”. Las burlas no se hicieron esperar, ni el torrente de apodos que diluvió sobre su persona. “Ea, niño galáctico, ¿en dónde aparcaste tu nave?”, le preguntaban. “No necesito”, respondía. “¿Y cómo nos ves en el futuro?”, insistían para acosarlo. “Son todos unos perdedores”, replicaba. Cada tarde, la madre acompañaba a Andresito a la tienda de abarrotes pero esta vez, presa de una migraña, lo envió con tres monedas para un envase de leche. Los compañeros de colegio quienes de continuo lo hostigaban, aprovecharon su solitud para abordarlo. “¡Toma esto, niño del futuro!”, gritó uno y lo golpeó con una piedra, acción que los cinco restantes repitieron hasta verlo caer y dar con el cráneo en el asfalto. Las sombras de ese crimen conjunto los persiguieron esa tarde, y otra, y otra… les cambió el futuro.

 

Alejandra Meza Fourzán ©