Tras una fastuosa ceremonia en la que abundaron discursos, medallas y disparos con salvas, el general se retiró. La placidez del hogar que vio emigrar a sus cinco hijos, lo refrescó igual que un vaso con agua pero solo durante unos meses, pues comenzó a extrañar el ejercicio del poder y las reverencias rendidas por los hombres de su pelotón. Además, se sintió incomprendido por su esposa con quien nunca compartió una palabra acerca de sus acciones y responsabilidades dentro de la milicia; ya su único gozo era la compañía semanal del más pequeño de sus nietos. Un domingo, sin que persona alguna lo notara, sustrajo del morral del menor una bolsa de plástico llena de coloridos soldaditos de plástico. Tras despedir al nieto, los formó uno a uno, les puso nombre, les asignó un rango y les dio órdenes. Armó la guerra en grande, la guerra en contra del sopor de su retiro.
Alejandra Meza Fourzán ©
Enfrentarse al tiempo libre es una asignatura pendiente sin alternativa posible. Creo que ese general no estuvo muy acertado. Me ha gustado. Un beso.
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Jajajaja la guerra contra el aburrimiento puede llevarnos por caminos inusitados 😉 un beso.
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