El abuelo se empeñaba en hablarles a sus nietos con acertijos, pues argüía que así estimulaba su imaginación. Les imponía retos: “este domingo, la abuela les horneó una tarta de señoritas blancas vestidas con capas rojas, si quieren un pedazo adivinen de qué se trata”, o bien, los hacía reflexionar: “los espera un regalo sorpresa al pie del señor gordo de brazos largos que reina en el jardín”. Una tarde que jugaban a las escondidillas, les ofreció una pista: se ocultaría dentro de la oscura cueva de madera. Los nietos tardaron media hora en hallarlo, cuando por fin lo encontraron en el interior de un viejo armario, corrieron adonde la abuela. “¡Tita, el abuelo está jugando a las estatuas de hielo, no se mueve!”. Acertijos, acertijos…

 

Alejandra Meza Fourzán ©