Soy la barca abandonada, alma sin motor que no va ni viene, mecida a merced del aire y las olas. Me sostengo en la armónica quietud que da a luz nuevas formas de vida: un arrecife ha brotado justo debajo de mi quilla y las cadenas de mi ancla hoy son fuentes de corales.

Soy la barca suspensa entre los días, donde las gaviotas paran ─aferradas a mi proa─ a exterminar su cansancio. Soy por un segundo su paz, su nido.

No bogo con las mareas de la vida. Me he quedado quieta para correr, muerta a medias para poder vivir.

 

Alejandra Meza Fourzán ©