El anuncio rezaba: «Se alquila villa en la playa con piano en el salón». La oferta coincidía con los propósitos de Amadeo, quien estaba decidido a practicar sin tregua las piezas que integrarían el repertorio de su próximo concierto. Un singular sonido procedente de la caja alertó sus finos oídos y al escudriñarla, encontró oculta una partitura titulada “Tóquese el día de mi muerte”. Reconoció ─sin atreverse a interpretarla─, que se trataba de una canción triste e hizo averiguaciones en relación con la procedencia del instrumento. Al enterarse de que el arrendador lo adquirió en una subasta pública, decepcionado se resignó a interpretarla y al instante se sintió familiarizado con ella, tanto que cerró los ojos. Cuando concluyó, los abrió de nuevo y se halló a sí mismo en otra habitación, en otro siglo, en otra vida, mientras que en esa villa al lado del mar quedó tendido el cuerpo de un músico prometedor que falleció inexplicablemente sentado al piano.

 

Alejandra Meza Fourzán ©