Los veo a través de una fotografía
y me siento distante de ellos, tanto
como un mar que se retrae y no regresa,
ajena como la manzana del peral.
Me volví un eco de ellos,
un eco amortiguado,
una perpetua golondrina que ya no retorna.
Mis oídos ya no escuchan el llamado del faro
sino el arrastre del viento en mis velas
como si mi barca fuera ahora una isla.
Nada me sujeta al ayer
como quien vuelve de un coma y no se recuerda,
o quien vuelve de la guerra y no halla su plato ni su silla.
Ya no soy de nadie, sino de mí.
No me queda más patria que mi espíritu
ni otro templo que el de mi propia carne.
Ale Meza Fourzan