¿Qué tal un micorrrelato?

La profesora nos había propuesto escribir sobre una fotografía y había elegido una imagen cuya única función parecía ser la de provocar tensión y desagrado.
Se trataba de una patata con gafas de sol que se presentaba a unas elecciones con un lema pegadizo: !Es una patata con gafas de sol y se presenta a las elecciones!. Aquel tipo de ejercicios absurdos y sin sentido me desquiciaban porque al final siempre me acababa identificando con los personajes que nos proponía. Insultaba mi talento que era muy superior al de mis compañeros de clase e incluso a la de la propia profesora y para una niña de siete años con ojo vago que ya había autopublicado dos novelas cortas de tres páginas en amazon resultaba una propuesta denigrante, una infamia.
Así que decidí empezar otra novela «in media res» sobre una patata con gafas de sol que buscaba el salón de ámbar de Catalina la grande cuya historia comenzaba en las catacumbas de Parías rodeada de calaveras. Sólo me quedaban diez minutos para entregar el ejercicio, así que me sobraban siete.

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