PRÓLOGO

Imagino a Dolores en su asiento, estirando el borde de su falda hacia sus rodillas mientras enlaza los tobillos y arregla su flequillo con el temblor de sus dedos finos. Se sabe mirada, examinada mejor dicho, por el resto de los eslabones del llamado «círculo de confianza» que cada viernes se monta en algún instituto de ayuda psicológica. Imagino una luz que le cae desde lo alto sobre los hombros, como si estuviera en un forzado escenario, obligada a recitar su monólogo. Pero también, esa misma luz le proporciona un áurea mágica, de santa al punto del martirio que le comprará el boleto al paraíso.

A Dolores se le traba la voz, sus penas se atropellan unas a otras en la vía cuesta arriba que va de las entrañas a los labios. A tal agrura de penas se suman las mías también, y las tuyas, y las de los eslabones humanos que observan con desencanto su gracioso mutis de estatua salada. Ellos, los otros enfermos, igualmente cargan con condenas para compartir y así lo hacen. Dolores escucha.

Así nace este libro de relatos que tienes en las manos, a partir de una oferta de mi imaginación. Lo abandono en ellas acompañado de los dolores de Dolores, que al final de cuentas, son los tuyos, los míos y los dolores de todos.

I. Uno del montón
II. La hora de ganar
III. Como en casa
IV. Un ángel blanco
V. Una digna hija de mi madre
VI. Diálogos
VII. La osa
VIII. Armas de mujer
IX. Aire al aire
X. Jordano
XI. Hoy la muerte no es noticia
XII. Hilvanes
XIII. Los viernes de Dolores
XIV. Ojos que no sienten
XV. Moscas
XVI. Menos que mañana
XVII. Marchitar
XVIII. El mini refrigerador