Justo hemos concluido el «Taller de los sentidos» en el que exploramos las discapacidades visuales, auditivas, motoras e incursionamos en el mundo de la irracionalidad.

Gracias a todas las participantes fue una maravillosa experiencia creativa.

Para que ustedes conozcan los excelentes resultados del taller, voy a compartir semana con semana algunos de los cuentos cortos que se produjeron:

Iniciamos con «Sosiego» de Ivette Acosta.

Era una tarde soleada de mayo. Estaba sentada frente a la ventana observando cómo una vecina regaba las flores de su jardín, corría un poco de aire por lo que una leve brisa húmeda alcanzaba mi rostro. Era predecible que sería un día como cualquier otro… qué equivocada estaba. Llegó mi mamá, me dio un beso en la mejilla y con señas me invitó a acompañarla al supermercado, sonreí con emoción y de inmediato acepté.

Soy una adolescente con discapacidad auditiva, por causa de un medicamento prescrito de manera incorrecta, durante el embarazo de mi mamá. Afortunadamente ella siempre ha estado a mi lado ayudándome a enfrentar todas las dificultades que se presentan por mi condición.

Nos alistamos y nos fuimos, ¡me gusta tanto salir con ella! Nos estacionamos y caminamos hacia la entrada, donde tomé un carrito y me dirigí a un escaparate con colores y plumones. Me encanta dibujar. Siento que los trazos me ayudan a comunicarme con los demás.

Noté que mi mamá se detuvo a saludar a una amiga así que decidí seguir mi camino hacia los libros, ¿qué podría pasar? Continué con mi paseo, viendo estambres, la sección de manualidades y llegué a los libros. Desde muy pequeña, mi mamá me leía cuentos y yo me imaginaba siendo la protagonista. Después me di cuenta de que, a través de los libros, podía aclarar tantas inquietudes que no podía preguntar.

De pronto, tuve una sensación muy extraña. Miré alrededor y noté a la gente agitada, asustada. ¿Qué estará pasando? Comencé a buscar a mi mamá, de pronto sentí que alguien tomó mi brazo y me arrojó al piso. Los rostros de todos los que estaban a mi lado transmitían terror. Yo intentaba comunicarme con un señor que estaba cerca de mí, pero él no entendía mi lenguaje de señas y solo me miraba asustado. En ese momento vi pasar a mi mamá por el pasillo frente a mí, su cara reflejaba desesperación, entonces me di cuenta de que la iba persiguiendo un hombre armado. Me incorporé y el hombre comenzó a gritarme algo, ¡no entiendía que no lo puedo escuchar!

Decido levantarme, corro hacia mi mamá. En seguida comienzo a sentirme extraña, lentamente voy perdiendo las fuerzas, todo comienza a flotar frente a mi y un frío estremecedor recorre cada parte de mi cuerpo al tiempo que un ardor explota en mi espalda, me ha alcanzado una bala. Un miedo indescriptible se apodera de mí. Trato de gritar, nadie me escucha, no logro hacer ninguna seña, me siento tan sola en medio de tanta gente. Lentamente voy cayendo, ya no puedo continuar. Me siento tan liviana, me invade un sentimiento de paz y tranquilidad, al tiempo que se apodera de mí, una profunda oscuridad. No tengo miedo, ahora, todo está bien.

© Ivette Acosta

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