Los psicólogos aconsejaron a la madre de Renato: debía sacar más seguido al menor. Esa vida entre la casa y el consultorio no era tolerable; la reclusión y la soledad terminarían por hacerle más daño. Decidió, pues, llevarlo al museo. Frente a una pintura modernista, Renato preguntó: “Mamá ¿por qué ese señor no tiene brazos?. “¡Qué sé yo! ─respondió la mujer─ es arte abstracto”. Él insistió: “¿Cómo hace para comer, para jugar o escribir?”. Ella repuso: “No lo sé”. Esa noche, Renato soñó que se liberaba de la mano de su madre por unos segundos y que, con el crayón que celaba en su bolsillo, le dibujaba dos brazos al hombre modernista. “Ahora podrás abrazar a todos los que vengan a visitarte”, le decía. Soñó que un guardia reprendía a su madre y que ella nunca más le permitió salir, soñó que soñaba… todo era tan abstracto.

 

Alejandra Meza Fourzán ©

 

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